Las exposiciones virtuales ya son una realidad; y esto no se debe únicamente al hecho de que museos y galerías alrededor del mundo tuvieron que cerrar sus puertas debido a la pandemia, sino a los cambios en la forma en que la gente consume cultura como resultado directo de los avances tecnológicos de los últimos años.
Desde la década pasada, museos y galerías ya se enfrentaban a un decremento considerable en el número de visitantes diarios, no sólo viendo amenazada su sustentabilidad económica sino también el propósito primario de su existencia, acercar el arte a la gente. Uno de los factores que llevó a esta baja de asistencia es el predominio de las redes sociales, ya que éstas han modificado por completo la forma en que se consume arte y cultura. La tendencia hasta entonces había sido colocar al discurso, o concepto, como elemento central de la exhibición; pero ahora se le ha cedido el protagonismo a la experiencia y al arte “instagrameable” -siendo esto una tendencia en el comportamiento del consumidor en todos los aspectos y no sólo en el arte y la cultura. Encontramos algunos ejemplos como el museo inmersivo TeamLab Borderless o la retrospectiva de Magritte presentada en el SFMoMA en el 2018, la cual incluía instalaciones interactivas al final de la exposición con el objetivo de ofrecer un “selfie moment”.
Anteriormente el público dependía de los museos y galerías para descubrir nuevos artistas y conocer sobre su trabajo. Ahora, la gente tiene acceso directo a ello gracias a las redes sociales. La gente puede platicar con los artistas e, incluso, adquirir su obra sin una galería de por medio. En términos curatoriales y de marketing, museos y galerías llevaban años debatiéndose entre conservar sus estrategias tradicionales o explorar nuevos caminos.
El brote de COVID-19 y la subsecuente pandemia forzó a las instituciones culturales a cerrar sus puertas. Este hecho hizo más evidentes las deficiencias del sistema del arte. Ante el confinamiento, numerosos museos y galerías recurrieron a los recorridos virtuales -experiencia digital de una exposición montada en un lugar físico- pero, con la prolongación del aislamiento social e implementación de medidas sanitarias, los esfuerzos deberán apuntar a desarrollar exposiciones exclusivamente virtuales.
Las exhibiciones virtuales han sido implementadas por las galerías desde el 2015 como una herramienta para fortalecer las ventas –siendo la galería David Zwirner una de las pioneras–, pero en un mundo post-COVID, este formato también se está utilizando para mantener el libre acceso al arte. Siendo esto –la libre accesibilidad– uno de los pilares del internet, las exposiciones virtuales sin duda son un paso más hacia la democratización del arte.
Muchos en el mundo del arte dirán que la experiencia en línea no podrá reemplazar al encuentro con una pintura o escultura en persona, pero la realidad es que tanto como coleccionistas como espectadores están cada vez más cómodos con este formato. Para las galerías, las exposiciones virtuales, además de contribuir a las ventas, representan llegar a una audiencia global. Para los espectadores, significan la oportunidad acceder y explorar arte desde cualquier lugar del mundo. En términos curatoriales, esta desaparición de barreras espaciales permitiría que una misma exposición ocurra simultáneamente en todo el mundo, dándole la oportunidad a un mayor número de artistas de difundir su trabajo y, al mismo tiempo, atrayendo a una audiencia más amplia. Esta tecnología podría cambiar por completo la estructura del mundo del arte.
Al poder acceder desde la comodidad de sus hogares, la gente vive una experiencia más íntima y libre con el arte. El cambio de recintos físicos a espacios virtuales, traerá la oportunidad de explorar nuevas formas de presentar el arte y otros retos emocionantes en tema de curaduría y diseño de exposiciones; incluso aún cuando regresemos a la nueva normalidad.
La actual aplicación de exposiciones en línea definitivamente tendrá un impacto en la manera en que se curarán las exposiciones en el futuro. De hecho, podríamos predecir la proliferación de modelos híbridos en los próximos años.
Después de la pandemia, numerosos museos y galerías vieron la oportunidad de extenderse a lo digital. El reto ya no es dar el salto de lo offline a lo online sino que es saber cómo hacer la experiencia de ver el arte a través de una pantalla igualmente enriquecedora.
Visitando varias exposiciones virtuales destacan tres formatos persistentes. La menos compleja es la presentación de las obras en formato plano, es decir una galería de imágenes con textos informativos, como es el caso de la valiosa plataforma de Google Arts & Culture o la galería Hauser & Wirth. En el siguiente nivel se encuentran aquellos espacios 3D que literalmente trasladan el cubo blanco al mundo digital pero conservando las obras como imágenes, como en las recientes exposiciones de la galería Casa Equis. Por último están los espacios experimentales en el que las piezas son finalmente tridimensionales pero en donde la navegación resulta confusa como las iniciativa del Centro Cultural Casa del Lago Juan José Arreola o el X Museum.
Ya sea el formato por el que se opte, lo que queda claro es que la experiencia estética está cambiando, y la materialidad de las piezas ya no es el factor principal con el que se crea un lazo o se conecta con el espectador. El problema es que estos tipos de exposición virtual, aunque representen un buen avance, aún no alcanzan a ofrecer una alternativa satisfactoria a la experiencia física.
No podemos seguir diseñando exposiciones en el mundo virtual bajo lineamientos del mundo físico. La exploración se tiene que hacer con herramientas igualmente digitales, incorporando vistas 360º de las piezas, videos, audios, e hipervínculos para crear una experiencia holística que estimule todos los sentidos, provoque curiosidad y genere mayor engagement. La finalidad del diseño y la curaduría debe ser ofrecer un nivel profundo de inmersión y participación al espectador.
El área de oportunidad se observa en estrategias en tiempo real como videos de los artistas trabajando en sus estudios, chats en línea para platicar con los artistas y curadores, e incluso desarrollar piezas no sólo interactivas sino participativas. Así, el espectador podría tomar un papel mucho más relevante en la creación artística. Esto último abre la cuestión de que también se darán cambios en los procesos creativos ya que los artistas tendrán que concebir sus piezas para que éstas sean vistas a través de un dispositivo y, deberán permitir un papel más activo por parte de los espectadores. Es emocionante pensar en las nuevas formas de arte que se desarrollarán.
Como todo, el mundo del arte tendrá que adaptarse y evolucionar rápidamente para permanecer vigente. En MASSIVart creemos que la respuesta podría estar no en desarrollar nuevas herramientas sino utilizar las que ya se tienen de manera más creativa. Artistas, organizaciones culturales, curadores y demás miembros del sector, deberán repensar el espacio digital como un espacio autónomo que ofrece una infinidad de nuevas posibilidades para crear, exponer y vender arte.